viernes, abril 01, 2005

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Contamos las espigas que crecen de la tierra yerma. Alegría al ver una, pequeña, rencorosa; luego pasan siglos.

No tenemos queja: tenemos conciencia de la plenitud de las horas y de la vida de las montañas, que duermen pero a veces se agitan en sus sueños de roca.

Y:
      "¿Qué hacen aquí?"
      "Te esperábamos, desde nuestras madres, desde sus cuentas arrancadas y vueltas polvo."
      "Deberían estar en otro sitio: se llega la hora de abrir el ojo izquierdo a la serenidad, el derecho al silencio..."
      "¿Y qué queda para el sol que se alza?"
      Tarda en responder.
      "En verdad", dice al fin, y podemos tocar su tallo frágil, descolorido, tibio al amanecer.

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