miércoles, abril 27, 2005

Bienvenida

Cuatro las sílabas, como las casas de la sombra,
como los pies desnudos y las manos,
como los pasos antes del abismo
que dan los pájaros.

Un viejo se ha encontrado, justo ahora,
en el camino incierto de la niebla,
la carta que soñé en aquel instante.
El cielo no responde, como antes, a las propiciaciones,
pero al abrir el sobre
reaparece la voz y se adelanta
al vacío, que saluda.

para Akurion

lunes, abril 25, 2005

Proxeneta

He de jugar (las horas se acumulan) a ver las luces rojas, tan distantes. (Nadie me mira, nadie me acompaña.) A descubrir las niñas escondidas en cuerpos alelados por el frío. (Algo me arrebataron en el mundo.)

para Mono

jueves, abril 21, 2005

Deseo

¿Qué? La corva y la palma de las manos y los labios que entibian.
¿Qué? La palabra justa, como dijo el muerto que era otra.
¿Qué? Una mirada negra y amarilla, desde lejos (de ese que juega a la selva y la caza, y se adereza con su lengua áspera, y no sabe jamás que el mundo es mundo, su clase menor, su destino borrado desde ahora).
¿Qué? La tierra y el cielo y cuanto está entrambos, nebuloso o brutal, amigo o dios.

para Shered

miércoles, abril 20, 2005

Cabaña

Es un árbol y un muerto quien te abre
su puerta. Es una flama domeñada,
trozo del sol, quien late en el hogar.
Descansa: alrededor giran las bestias.

para Luisfey

martes, abril 19, 2005

+*/-

Ésta es la cara blanca de un payaso, presto a la risa/miedo de su público.
Ésta es la cara descompuesta, negra, del muerto en una esquina, sabedor de lo ya no dice.
Ésta es la cara de la Reina Verde, que todavía se esconde entre los signos.
Éstos es mi cara, roja, azul, ausente.

martes, abril 12, 2005

Doce

Cuatro por tres:
El trono del imperio entre los hijos
que clavan lanzas en la tierra viva.
Las parcas que preparan su caldero
para los frutos que caerán.

Seis por dos:
La mosca se desliza por mi brazo.
Busca comida y su liviano espíritu
(que no es mendaz ni sucio pues no sabe)
se llena con la calle interminable,
prometedora.

Uno por doce:
No están en el retrato ni el ahorcado
que tuvo sus monedas y su sitio
de honor en el reparto de la historia,
ni el del horror entre las convulsiones,
asqueado de su cuerpo, que tomó su lugar
para la devoción y las doctrinas.
Hablan, tras bastidores, mientras llega
su hora de salir: ¿Cómo has estado?

miércoles, abril 06, 2005

()()

Abrió los ojos y no lo sabía.
(No aprendes a ver mientras vives en el fuego oscuro, en las llamas húmedas.)
Abrió los ojos y la luz y la sombra fueron juntas a malversar sus sueños.
(Porque el cielo presuroso, porque la lluvia fría, son también intrusos en la paz que anhelas cuando estás en la esquina, mientras el mundo afilan sus navajas.)
Abrió los ojos y existió, para la muerte.
(Pero también puedes aprender el instante que se ofrece, el de la pregunta o la belleza.)

martes, abril 05, 2005

Clámide

Te cubro del pasado, hermana:
allá arriba, donde no puedes verlo,
soplan los dioses viejos
y su viento de nada
nos arrastra, como historias que somos
y sin peso,
hacia los horizontes sin recuerdos.

lunes, abril 04, 2005

Ícaro



Un dios se me acercó en la caída,
--doliente, sucia de cera vieja--
y debe haber sido un dios loco,
un abandonado por los cantores y las fes,
un rencoroso y un mezquino, presto tan sólo
a la venganza, pues me preguntó:
¿sabes cuál es tu otro pecado?

Y me lo dijo, ya a muy poco
de que mi cuerpo rompiera el techo inflexible,
anhelado, envidioso
de las aguas
y la memoria de las gentes.

domingo, abril 03, 2005

4

Las patas, recias, de los tronos y de la silla humilde.
El cuento del rey bueno y de sus hijos.
Las caras del miedo y el terror (como son vistas por el dios de la guerra, cuarto a su vez en el destierro hacia el vacío natural).
Los tiempos de la danza y de los órganos.

sábado, abril 02, 2005

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El día se adormece
en el centro: alrededor,
los ojos
sueñan que son guardianes
de sus horas.

viernes, abril 01, 2005

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Contamos las espigas que crecen de la tierra yerma. Alegría al ver una, pequeña, rencorosa; luego pasan siglos.

No tenemos queja: tenemos conciencia de la plenitud de las horas y de la vida de las montañas, que duermen pero a veces se agitan en sus sueños de roca.

Y:
      "¿Qué hacen aquí?"
      "Te esperábamos, desde nuestras madres, desde sus cuentas arrancadas y vueltas polvo."
      "Deberían estar en otro sitio: se llega la hora de abrir el ojo izquierdo a la serenidad, el derecho al silencio..."
      "¿Y qué queda para el sol que se alza?"
      Tarda en responder.
      "En verdad", dice al fin, y podemos tocar su tallo frágil, descolorido, tibio al amanecer.